domingo, 9 de marzo de 2014

"Que quede bonito"

El dibujo a mano es la herramienta que escojo como primera opción la mayoría de las veces, salvo cuando se trata de estudiar otros aspectos complementarios a la geometría. En ese punto la herramienta se agota y llega el momento de dar el salto a trabajar con otra complementaria, como pueden ser los fotomontajes (útiles para expresar sensaciones), los modelos 3D (para facilitar el trabajo con geometrías complejas) o las maquetas (para comprobar estabilidad y aptitud de los materiales).

Dibujar a mano me permite trabajar en un determinado diseño de manera cíclica, por aproximación y estableciendo pequeños hitos en su concepción. A pesar de la fuerte tendencia al uso del dibujo asistido por ordenador, y sin considerarme para nada un detractor de esta herramienta, me siento más cómodo dibujando a mano en papel. No me refiero al dibujo de representación, sino al dibujo de desarrollo. Creo que el Cad es más apropiado para un dibujo final, pero a la hora de concebir e idear siento que el dibujo a mano me devuelve más información.

Cada dibujo empieza con unas líneas de aproximación en base a invariantes que pueden partir de un dato dimensional o de una proporción. Constituyen así un calentamiento que sirve para acotar el espacio de trabajo. Mientras que las líneas de aproximación tienen una condición de elemento más fijo (porque parten de datos a su vez más fijos), las consecutivas pueden no serlo y son más susceptibles de sufrir modificaciones.

A continuación se suceden una serie de pequeños ciclos que van definiendo el dibujo. En cada ciclo entran en juego una pequeña cantidad de datos, y sólo cuándo el dibujo ha incorporado esos datos se cierra ese ciclo. Diría que cada ciclo se constituye en base a la cantidad de datos que puedo tener en la mente simultáneamente. En mi caso, no soy capaz de dibujar teniendo en cuenta más de dos o tres conceptos diferentes al mismo tiempo, por ese motivo en cada ciclo intento manejar los conceptos de forma complementaria. Un dibujo podría tener un número de ciclos infinito, incorporando cada vez más información, pero el tiempo es el elemento que limita y pone un final a veces forzoso al proceso.

Pero a la hora de cerrar un trabajo, ¿cuándo sé que un dibujo es correcto, que está afinado como una nota bien tocada? La intuición participa con cierta importancia en ese momento. Como para un músico con buen oído, el "ojímetro" juega aquí su papel en base a ciertas relaciones de proporcionalidad visual directamente relacionadas con la intuición, a la que quizá se le conceden demasiados privilegios. "Que quede bonito", me repito inconscientemente. Desconozco hasta qué punto podemos fiarnos de este tipo de intuiciones porque evidentemente constituyen hechos muy cuestionables, pero creo conveniente apuntar este detalle. Al menos en mi caso sería un error obviar su presencia porque a veces aparece con fuerza, y quizás decide más cosas de las que sería recomendable.

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