El
dibujo a mano es la herramienta que escojo como primera opción la mayoría de
las veces, salvo cuando se trata de estudiar otros aspectos complementarios a
la geometría. En ese punto la herramienta se agota y llega el momento de dar el
salto a trabajar con otra complementaria, como pueden ser los fotomontajes
(útiles para expresar sensaciones), los modelos 3D (para facilitar el trabajo
con geometrías complejas) o las maquetas (para comprobar estabilidad y aptitud
de los materiales).
Dibujar
a mano me permite trabajar en un determinado diseño de manera cíclica, por
aproximación y estableciendo pequeños hitos en su concepción. A pesar de
la fuerte tendencia al uso del dibujo asistido por ordenador, y sin
considerarme para nada un detractor de esta herramienta, me siento más cómodo
dibujando a mano en papel. No me refiero al dibujo de representación, sino
al dibujo de desarrollo. Creo que el Cad es más apropiado para un dibujo
final, pero a la hora de concebir e idear siento que el dibujo a mano me
devuelve más información.
Cada
dibujo empieza con unas líneas de aproximación en base a invariantes que
pueden partir de un dato dimensional o de una proporción. Constituyen así
un calentamiento que sirve para acotar el espacio de trabajo. Mientras que
las líneas de aproximación tienen una condición de elemento más fijo (porque
parten de datos a su vez más fijos), las consecutivas pueden no serlo y son más
susceptibles de sufrir modificaciones.
A
continuación se suceden una serie de pequeños ciclos que van definiendo el
dibujo. En cada ciclo entran en
juego una pequeña cantidad de datos, y sólo cuándo el dibujo ha incorporado
esos datos se cierra ese ciclo. Diría que cada ciclo se constituye en base
a la cantidad de datos que puedo tener en la mente simultáneamente. En mi
caso, no soy capaz de dibujar teniendo en cuenta más de dos o tres conceptos
diferentes al mismo tiempo, por ese motivo en cada ciclo intento manejar los
conceptos de forma complementaria. Un dibujo podría tener un número de ciclos
infinito, incorporando cada vez más información, pero el tiempo es el elemento
que limita y pone un final a veces forzoso al proceso.
Pero
a la hora de cerrar un trabajo, ¿cuándo sé que un dibujo es correcto, que está
afinado como una nota bien tocada? La intuición participa con cierta
importancia en ese momento. Como para un músico con buen oído, el
"ojímetro" juega aquí su papel en base a ciertas relaciones de
proporcionalidad visual directamente relacionadas con la intuición, a la que quizá
se le conceden demasiados privilegios. "Que quede bonito", me repito
inconscientemente. Desconozco hasta qué punto podemos fiarnos de este tipo de
intuiciones porque evidentemente constituyen hechos muy cuestionables, pero
creo conveniente apuntar este detalle. Al menos en mi caso sería un error
obviar su presencia porque a veces aparece con fuerza, y quizás decide más
cosas de las que sería recomendable.
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