Desde
que estudio arquitectura suelo cuestionarme los planteamientos teóricos que se
me ofrecen, porque prefiero actuar de una manera empírica (ensayo->error) y
sin sujetarme demasiado a las teorías. En primero de carrera (concretamente en
Composición 1) aprendí algo que me llamó bastante la atención: entender la arquitectura
como un hacer->pensar->rehacer->repensar->rehacer...
Es decir, una forma de trabajo de aproximación cíclica a cada proyecto.
Como
se dijo en clase, comparto que las pseudo-teorías
críticas están ya muy pasadas de moda, pero además creo que hacer uso de
ellas sería muy precipitado para nosotros, ya que no tenemos la experiencia
suficiente ni siquiera para plantearnos su uso. Por eso me gusta cuando los
profesores hablan de la palabra testear,
porque creo que es lo más sensato que podemos hacer en este periodo de azarosa
incertidumbre para la arquitectura, y todavía más teniendo en cuenta nuestra
inexperiencia.
Me
interesa, como una forma de aproximación a la complejidad de la arquitectura, la
conclusión que extrae BIG (aún asumiendo que pueda ser muy simplificada, y dejando
aparte cómo apliquen esto a su trabajo y cómo nos lo pretendan vender, sin duda
aspectos con los que podríamos discrepar):
Históricamente el
campo de la arquitectura ha sido dominado por dos extremos opuestos. Por un
lado, lo avant-garde lleno de ideas locas. Originado desde la filosofía, el
misticismo, la fascinación por el potencial de la forma o su visualización
digital. Ellos actúan tan independientemente de la realidad, que no logran
convertirse en algo más que curiosidades excéntricas. Por otro lado está lo
tradicional. Corporaciones muy bien organizadas, que construyen predecibles y
aburridas cajas de edificios funcionales. En este campo, la arquitectura parece
estar atrapada entre dos lados infértiles: ya sea ingenuamente utópica o increíblemente
pragmática. Nosotros creemos que hay un tercer camino enterrado entre estos. O
uno difícilmente visible sobre la delgada pero bastante fértil superposición de
ambos. Una arquitectura utópica y pragmática a la vez; una que se ocupe de la
creación perfecta de lo social, económico y ambiental como un objetivo
práctico.
Por otra parte, creo que es atractivo
estudiar la arquitectura móvil, pero no enfocada al diseño de un vehículo
industrial (objeto cerrado y que acaba en sí mismo), sino como una forma de
aproximación al medio y a las nuevas formas de habitar. Es un campo que me
preocupa debido a mis vivencias como ser nómada y al cual puedo aportar mi
implicación y mi experiencia personal.
Pero en este ámbito, ¿hasta
dónde llega el papel del arquitecto? Hay que indagar, entre otros, en los aspectos
normativos que administran las competencias profesionales. Y también es
necesario plantearse en qué se convertiría el urbanismo en este escenario: gestión
del suelo, infreastructuras... Es por esto que me gustaría aprender más de Yona Friedman, porque a pesar de todo lo que podríamos cuestionar de sus
propuestas, abarca un amplio campo de visión a diferentes escalas, desde la
escala territorial y urbana hasta la escala de la vivienda.
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